¡El Café Comercial ha muerto!
Sus puertas han dejado de girar. Cierra uno de los lugares más emblemáticos -y castizos- de Madrid. El Café Comercial abrió sus puertas en 1887, una época en la que los cafés se convirtieron en los sitios preferidos de reunión de intelectuales, pintores, poetas, dramaturgos, periodistas, políticos, filósofos y demás letraheridos, quienes, acompañados de un café, una caña, un chato de vino o un vermú, dedicaban largas horas a debatir sobre el futuro de España, sobre el Arte y sobre la Esperanza. Los cafés fueron cuna generacional de muchos de nuestros ilustres literatos y muchas de las páginas más bellas de nuestra literatura fueros hilvanas al calor de sus frías mesas de mármol.
El Café Comercial tiene ese aire señorial y de abolengo, reflejo de la estética finisecular en la que surge: techos altos, imponentes columnas, grandes espejos, sillones de piel… El Café Comercial invita al pensamiento, a la reflexión, a la lectura, al diálogo y a la conversación. Sus paredes han escuchado secretos inconfesables y proyectos renovadores y revolucionarios.
Allí quedé por primera vez (2004) con aquella escritora a la que tanto admiraba y que hoy (muchos años después) es una de mis grandes amigas: Almudena Grandes. Allí hablamos de Lulú y Malena, que, por aquel entonces, eran dos de mis personajes favoritos. Allí, en una de sus mesas del fondo, comenzó una amistad que no ha hecho más que crecer y fortalecerse, libro a libro, año a año. Allí conocí también al poeta Luis García Montero. Allí pasé horas con amigos ideando proyectos culturales o reflexionando sobre lo que de verdad importa: el amor y la vida.
Viví varios años en la C/ Divino Pastor, muy cerca del Café Comercial y cada día pasaba por delante de sus puertas giratorias, tras las que se escondía un incesante y revoltoso murmullo de palabras.
El Café Comercial se ha quedado en silencio, tan callado…
Con sus puertas se cierra una parte muy importante de nuestra intrahistoria.
D.E.P. Café Comercial