UN INSTANTE EN LA HISTORIA DEL MUNDO
«La inmensa rueda cuesta abajo
aplasta aquellas malvas que vimos anteayer
ignoro el misterio de la vida en el segundo que acaba
pero la belleza también tiene estas cosas»
La devastación. Félix Hangelini
Lo primero que quiero decir es que me gustaría no estar aquí esta tarde. Que no existiera este homenaje y que Félix no se hubiera ido… Pero bien es cierto que cuando las voces se apagan sólo nos queda poner nuestra voz, seguir recordando, mantener viva la memoria para que, paradójicamente, nunca se apague la VOZ de quien se ha ido.
Félix Ernesto Chávez, además de un brillante investigador y un magnífico profesor, desdobló su YO POÉTICO en la persona de Félix Hangelini, un YO que nos cuenta (en prosa o en verso) su visión del arte, de la literatura, del mundo, de la vida, de la muerte, de la existencia.
El espacio virtual le permite al escritor Hangelini un diálogo con él mismo y con los otros; le concede el privilegio de borrar las fronteras geográficas y derribar los muros que lo mantienen alejado de su familia y amigos, de su querida Habana; le proporciona la inmediatez de hacer llegar a los suyos (a todos sus seguidores) su obra, sus poemas, sus reflexiones o sus estados de ánimo; y, por último, le facilita la interacción, el feedback inmediato de aquellos que le siguen, de aquellos que lo leen.
El significado de “El bosque escrito” (titulo de su blog) se construye a través de las palabras de Félix, de lo que selecciona para tratar en él, pero también se construye a través de sus silencios, y de los comentarios y respuestas que da a algunas opiniones. Todo ello conforma una obra abierta, en continuo proceso.
En “El bosque escrito”, están retratadas todas las inquietudes de Félix. Encontramos tres categorías principales: “Álbum familiar”, “Literatura” y “Miscelánea”. Curiosa estructura que demuestra que en la vida de Félix lo esencial era su familia y la literatura, y en otro cajón estaba todo lo demás.
En la sección titulada “Álbum familiar”, Félix Hangelini reflexiona sobre sus raíces; la patria tantos años perdida, su Habana; el sonido, el sabor, el color de su infancia; el exilio; los recuerdos que nunca tuvo; la melancolía.
Esta categoría está compuesta por nueve entradas, con unos títulos muy sugerentes. Como muestra voy a leerles un extracto de una de estas entradas, para que vean/lean ejemplificado lo que acabo de decirles. El espíritu decimonónico aparece aquí, como en otras muchas ocasiones, en forma de cuadro de costumbres:
SIN IR MÁS LEJOS
Los recuerdos más intensos que tengo de mi niñez son olfativos. Caminar por las populosísimas calles de La Habana y respirar todo ese aire cargadísimo, caliente. Desde los solares de Regla hasta el olor a gas y a humedad del sótano del edificio donde nací, en el Vedado. Es curioso cómo siendo niño ya tenía una conciencia futura del recuerdo: me parece estar aún subiendo (creo que por única vez) la escalera mecánica de la tienda Fin de Siglo, o pararme frente a una de esas vidrieras de las calles San Rafael o Galiano, con sus escaparates que me parecían tan ajenos, los maniquíes cogiendo polvo, los mostradores con sus tapas de cristal grueso y el aire cargado de un olor a madera o a cajas de cartón o cola de pegar. Entonces me decía: “esto mismo algún día lo podré recordar con nitidez, así que presta atención a cada cosa”.
[…]
De alguna manera siento que mi niñez ha sido un evento necesariamente olfativo. Que mis recuerdos no serían los mismos si no estuvieran asociados con un perfume, una esencia, una fetidez o un simple olor que no pretendo clasificar. Esos mismos olores regresan a mí constantemente, como si me dieran una bienvenida continua al pasado. Y a pesar de sus distintos perfiles, todos son olores dulces que me conceden respuestas, que me enseñan el privilegio de haber sido testigo de un tiempo valioso. El privilegio de haber vivido y de poder contar con tanto detalle todos los eventos, los paisajes, las personas que vi y conocí.
En la categoría “Literatura” se incluyen veintiséis entradas en las que Félix sabe cómo divulgar sus conocimientos, de una forma cercana y clara. En estos artículos reflexiona sobre teoría literaria, poesía, narrativa, la labor creadora, la imaginación; incluye poemas propios y hace exégesis de su obra literaria.
Llama la atención, en el marco en el que nos encontramos, un artículo titulado “Las literatas” (publicado el 4 de agosto de 2010) en el que incluye un texto de Rosalía de Castro, una carta-manifiesto de 1866 en la que Rosalía se escribe a sí misma, a su alter ego literario: Eduarda. Rosalía dialoga con Eduarda, en un ejercicio de autoconvencimiento, sobre las constricciones que la sociedad tiene para con la mujer, relacionadas con el arte y con el amor:
Mi querida Eduarda:
¿Seré demasiado cruel, al empezar esta carta, diciéndote que la tuya me ha puesto triste y malhumorada? ¿Iré a parecerte envidiosa de tus talentos, o brutalmente franca, cuando me atrevo a despojarte, sin rebozo ni compasión, de esas caras ilusiones que tan ardientemente acaricias? Pero tú sabes quién soy, conoces hasta lo íntimo mis sentimientos, las afecciones de mi corazón, y puedo hablarte.
No, mil veces no, Eduarda; aleja de ti tan fatal tentación, no publiques nada y guarda para ti sola tus versos y tu prosa, tus novelas y tus dramas: que ése sea un secreto entre el cielo, tú y yo. ¿No ves que el mundo está lleno de esas cosas? Todos escriben y de todo. Las musas se han desencadenado. Hay más libros que arenas tiene el mar, más genios que estrellas tiene el cielo y más críticos que hierbas hay en los campos.
[…]
Dirás que trato esta cuestión como la del matrimonio, que hablamos mal de él después que nos hemos casado; mas puedo asegurarte, amiga mía, que si el matrimonio es casi para nosotros una necesidad impuesta por la sociedad y la misma naturaleza, las musas son un escollo y nada más Y, por otra parte, ¿merecen ellas que uno las ame? ¿No se han hecho acaso tan ramplonas y plebeyas que acuden al primero que las invoca, siquiera sea la cabeza más vacía? juzga por lo que te voy a contar.
La categoría “Miscelánea” es la que más entradas incluye (un total de 182) y en este tercer apartado Hangelini fija con la palabra escrita todas las cosas que vagan por su mente, -y que no son ni su familia ni la literatura-. Encontramos artículos de reflexión política, artística, microrrelatos, experiencias cotidianas, monólogos interiores, en definitiva, retazos de su alma de genio, de artista, de un hombre capaz de mirar la realidad mucho más profundamente que cualquier otro ser humano, capaz de fijarse en los detalles, en las pequeñas cosas de la vida y convertirlas en obra de arte, en Literatura.
Dentro de esta sección, he de pararme, tristemente, en la última entrada que Félix escribió, fechada el 3 de junio de 2012. Se titula: “Impasse” y en ella Hangelini cuenta sus impresiones nada más llegar a México y se pregunta qué hubiera sido de su vida si en lugar de venir a España -cuando salió de Cuba- hubiera ido a México, como era su primera intención:
IMPASSE
Estoy en la Ciudad de México y llueve. El silencio de mi estancia se interrumpe por estridentes tonos telefónicos o por la cercanía con que parecen volar los aviones, no sé si despegando o a punto de aterrizar. Cumplo mi cuarto día en un sitio donde pude una vez emigrar, y que hoy me recibe de paso; una ciudad monumental, caótica, desmesurada, como si la extensión sobre la altiplanicie pretendiera llenar un vacío en una forma barroca contemporánea. De día, sentado en la cocina mientras tomo una taza de chocolate, he sentido repicar en la calle las estridencias del carro de la basura. Todo en el Distrito Federal es estridencia: las voces de los comerciantes, los conductores gritando, los atestados comercios, los colores y olores, la brutal uniformidad de ciertas expresiones, la risa y la alegría, el horizonte volcánico, la fértil imaginación. También las esperanzas y los silencios.
Paseo de noche por la ciudad, y todo termina por ocultarse tras las luces. Toda esa maraña histórica, tremendamente rica, se difumina con las luces nocturnas, y sientes respirar la ciudad a pesar de sus contrastes, de sus avenidas incesantes, de sus iglesias, de sus glorietas donde puedes ver ensayar a jóvenes actores como si se tratase de una pareja de enamorados siendo filmados desde una esquina desconocida. Todo es como un comienzo, como una pregunta nunca hecha. Como un nido de vastedades sucesivas, interminables.
Estoy en la Ciudad de México y tengo gastritis mientras veo caer grandes chaparrones del cielo, y se mojan las sillas de madera de la terraza, la mesa llena de queso traído de Zacatecas, los enormes cristales impolutos. El cielo más cercano que nunca, antojadizo, volátil. Nada, sin embargo, me resulta familiar. Y me pregunto qué habría sido de mi vida hace más de diez años si hubiera empezado por aquí.
Sorprende que esta entrada sea la más comentada (66 comentarios), pero lo más sorprendente es casi todos están escritos después de su muerte. Amigos, compañeros, alumnos de Félix y la propia Lidia, su madre, con una fuerza sobrehumana, le hablan directamente a Félix Hangelini, porque saben que el poeta nunca muere.
El blog permite, de algún modo, seguir “conversando” con él, y mantener vivo, como decía otro gran poeta, ese AMOR CONTANTE MÁS ALLÁ DE LA MUERTE.
Muchas gracias.